sábado, 17 de octubre de 2009

El Debate Brenner



Esta entrada será todo lo extensa que permita la breve y única clase impartida esta semana aunque, afortunadamente, el tema de la historiografía presenta la suficiente enjundia como para compensar el laconismo al que irremisiblemente condujo la falta de tiempo. Sin embargo, no es mi intención hacer de este escrito una tautología de lo referido en clase, de modo que le dedicaré a esto unas líneas fugaces para, seguidamente, centrarme en temas más específicos que hayan podido suscitar un mayor interés o despertar alguna inquietud.

Habiendo esclarecido las circunstancias concretas bajo las que se elabora este escrito, procederemos primeramente a destacar las escuelas mentadas, a saber, Annales, el marxismo británico y la cliometría, si bien es cierto que tan sólo hubo ocasión de profundizar en la 2ª generación de Annales – cuya representación más paradigmática se identifica con la figura de Braudel. De un modo más sucinto, se llevó a cabo un repaso del marxismo británico, incidiendo particularmente en el debate Brenner y recordando nombres tan sugerentes como Hobsbawm (arriba en la imagen), Hilton, Thompson o Anderson. Acerca de la teoría de Robert Brenner, se señaló que partía de un postulado que él mismo dio en llamar marxista-clásico, en oposición a la corriente más estrictamente estructuralista que dominó el panorama intelectual socialista en los años 70 y es asociada a los pensadores destacados anteriormente.

Llegados a este punto, si se pretende ahondar en el debate, se hace imperioso desarrollar las líneas ideólogicas que vertebran dicha doctrina como paso previo a su enfrentamiento con los alegatos de Brenner. Por exponerlo de manera lo más simplificada posible diremos que estos marxistas neo-smithianos configuran y sustentan sus teorías en torno a la radical dicotomía entre factores endógenos y exógenos dando generalmente prioridad a estos últimos. Buena muestra de ello es la visión de Dobb sobre la economía de mercado, enfatizando la estrechez de miras de los agentes involucrados en un intercambio determinado, lo cual es atribuido al hecho de que las consecuencias de su acción a nivel social (producción y consumo) son ignotas para ambos actores. Así, defiende que si por el contrario, se traen a colación los efectos externos, se aprecia una disimilitud respecto del verdadero coste de oportunidad que resulta muy significativa, especialmente a la hora de realizar planificaciones industriales. En 1950, Paul Sweezy (en la imagen) dirigió una crítica a los estudios de Dobb sobre el desarrollo del capitalismo, gestando el debate en torno a la transición del feudalismo al capitalismo. La visión defendida por Dobb presentaba como elemento clave del cambio en la Gran Bretaña rural la “acumulación primitiva”, mientras que Sweezy subrayaba la mayor importancia del comercio con Oriente en ciudades-estado como Venecia y Génova.

El enfriamiento del debate apenas se prolongó, puesto que Sweezy y Baran no se demoraron en la confección de una nueva teoría de monopolio del capital que ponía en tela de juicio el dinamismo del sistema, con especial alusión al tercer mundo. De esta idea, Andre Gunder Frank infirió la que hoy conocemos como teoría de la dependencia, que se ha hecho un hueco arraigando férreamente en el marxismo actual, que admite por máxima la existencia de una conexión de tipo causa-efecto entre el desarrollo de los países nucleares/centrales y el subdesarrollo de la periferia (ambos términos acuñados por Wallerstein). Así, se introducen los conceptos de imperialismo y colonialismo como factores directos causantes de esta díada, y yerguen el capitalismo como máximo exponente en la labor de contención del avance de las zonas periféricas.

En este marco de debate hace su aparición Robert Brenner desafiando a los litigantes con su rechazo del enfoque dado a las funciones del colonialismo y al problema de la transición al capitalismo en su conjunto. Brenner argüía que el análisis no debía atender tanto a los cambios en el seno del sistema productivo como a las relaciones sociales desde el momento en que se extingue el tributo feudal y se difunde el afán de lucro (el autor considera que este punto de inflexión se da en el S. XV con el fenómeno de la aparcería en Inglaterra). En 1977 se publica un artículo bajo el siguiente encabezado “The origins of capitalist development: A critique of Neo-Smithian Marxism”, en el cual no se limitaba a ofrecer su particular versión genésica del capitalismo, sino que arremetía contra la escuela dependentista y su más histriónica expresión recogida en la frase del “desarrollo del subdesarrollo” como condición ineluctable para la supervivencia del sistema.

Con este planteamiento general cierro mi entrada, prescindiendo de cualquier toma de posición personal en lo relativo a la polémica tratada, si bien no dejaré por ello de impeler a todo aquel que se sienta en disposición de comentar el asunto, a hacerlo desde posturas tan íntimas como se desee.


Adrián Saavedra López

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